Sobre el Genocidio Armenio del 24 de Abril de 1915

La Masonería Argentina conmemora como cada año, este 2 de abril, el 35º aniversario del desembarco argentino en las islas Malvinas, que desembocó en el único conflicto bélico que el país conoció a lo largo del Siglo XX, y que nos dejó una terrible secuela de muerte y horror, una herida que aún hoy está abierta.
Fueron 649 los jóvenes argentinos muertos, 1082 los heridos –entre ellos muchos mutilados o con daños de por vida- y un número nunca oficializado de ex combatientes que se suicidaron en los años posteriores al conflicto, aunque muchas fuentes señalan que son hasta hoy más de 700.
Nuestra orden tiene ya tres siglos de trayectoria en busca de la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los seres humanos. Trescientos años de tender puentes de entendimiento fraterno. Para los masones, no puede haber un dolor superior al de una guerra, que simboliza todo lo contrario a aquello en lo que creemos.
En esta fecha junto a nuestra posición humanista y de diálogo, no podemos tampoco, como argentinos que somos, señalar que la búsqueda de la paz no implica resignar nuestro apoyo a los reclamos de soberanía sobre las islas del Atlántico sur, usurpadas en 1833, y que son tan argentinas como cualquier otra parte de nuestro suelo patrio. Afirmando con contundencia que las Malvinas, fueron son y serán argentinas.
Aquel 2 de abril de 1982 dejó un dolor difícil de superar, por los que dejaron su sangre en el Atlántico sur, por los que aún restan identificar y están en tumbas NN, por los que no pudieron superar las secuelas de la guerra, y por los territorios irredentos que sin duda algún día volverán a estar bajo nuestra bandera celeste y blanca. Por la vía del diálogo, la perseverancia y la fe.
Se cumplen 41 años del golpe cívico-militar más sangriento de los que ha padecido la Argentina en toda su historia, con su trágica secuela de miles de desaparecidos, asesinados, perseguidos políticos y exiliados, además de los millones de compatriotas condenados al ostracismo y la marginación en el propio suelo nacional.
El 24 de marzo de 1976 dio comienzo a una larga noche institucional que duraría siete largos años, en los que un grupo mesiánico usurpó el poder valiéndose de armas que les habían sido encomendadas para la defensa nacional, y que en cambio usaron para arrasar con el Estado de Derecho.
La Masonería, igual que la sociedad argentina toda, fue víctima de esos años de plomo y muerte, en los que se proscribió la actividad política y gremial, y en la que todos nos convertimos en sospechosos por el sólo hecho de pensar.
Nuestra orden, junto con una inmensa mayoría de la sociedad, trabajó incansablemente en aquellos duros años, con las herramientas que disponía, para el retorno de la democracia, a la que celebramos y por la que trabajamos desde su recuperación en 1983.
Hoy, a 41 años de aquella nefasta fecha, la Masonería Argentina se une al Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, y llama a sumar esfuerzos para asegurar que nunca más tengamos que sufrir la pérdida de nuestras libertades fundamentales.
La Masonería Argentina hace por tal motivo un llamado a la sociedad toda, para encarar con más democracia los problemas nacionales, promoviendo el debate de ideas, la ampliación de los derechos civiles, forjando nuevas propuestas y ampliando la participación ciudadana.
El Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones y el Honorable Consejo de la Orden hacen llegar su homenaje al gran maestro de América, Domingo Faustino Sarmiento, en otro aniversario de su paso a la inmortalidad.
Sarmiento fue un adelantado de su tiempo, una voz profética que se alzó contra la tiranía que se enseñoreaba en nuestro país en los largos años de luchas civiles. Fue la pluma aguda que regó su tinta sobre el terreno fértil de una prensa libre. Fue un humanista trascendental que impulsó el sistema lancasteriano de educación para lograr una mayor igualdad, a través de una educación para todos.
Si se piensa en la figura del un hombre renacentista en la historia argentina, se nos viene inmediatamente a nuestra mente la figura de Sarmiento, cuyos ideales se vieron plasmados en la organización del Estado Argentino.
Iniciado en 1854 en la Logia Unión Fraternal de Chile, dos años más tarde, fundaría en Buenos Aires la Logia Unión del Plata Nº 1. Durante el gobierno de Bartolomé Mitre, viajó a los Estados Unidos en misión diplomática oficial, pero también como representante de la Gran Logia y el Supremo Consejo Grado 33 para la República Argentina. A dos semanas de asumir la primera magistratura, en el banquete ofrecido por la Gran Logia al presidente electo, Sarmiento anuncia su separación temporal de la Orden mientras se desempeñe como primer mandatario. Al concluir su mandato presidencial, Sarmiento vuelve a la Masonería Argentina, llegando a ser en 1883, Gran Maestre de la misma.
Lejos del mármol y del bronce, la figura de Sarmiento está más vigente que nunca en la construcción de nuestra República, en los ideales de unión, libertad y oportunidades para todos.