La Declaración de Independencia del 9 de julio de 1816

La Declaración aprobada por los Congresales en Tucumán no fue solo un gesto político llamado a satisfacer un reclamo popular, fue la demostración de la decisión de un grupo de dirigentes visionarios de enfrentar el conjunto de grandes desafíos que enfrentaba el naciente país.

Pocos meses antes la Restauración se imponía en Europa y en España volvía a reinar la más retrógrada de las monarquías, que restablecía la Inquisición y comenzaba una feroz persecución de los hombres ilustrados y liberales. La Corona española volvía a soñar con la reconquista de las colonias perdidas y se aprestaba a armar una flota al mando del General Pablo Morillo, originalmente destinada al Río de la Plata pero que más tarde dirigiría su proa a Venezuela. El Imperio portugués, fuerte en Brasil, cubría sus espaldas aliándose con el dictador paraguayo, el Dr. Francia, y se aprestaba a invadir la Banda Oriental.

El desastre de Rancagua y la caída del gobierno independiente en Chile, liberaba de peligros al Virreynatodel Perú y le permitía concentrar sus tropas para aplastar las insurrecciones que se sucedían en el Alto Perú y dirigirlas hacia el sur, apuntando así al corazón de la independencia del Río de la Plata. En ese camino, la derrota de Sipe-Sipe, había desmembrado al Ejército del Norte al mando de Rondeau y ponía en difícil situación a Güemes y sus gauchos, que ya no podían tener a raya al invasor.

Y lo que es peor, cundía la anarquía provocada por múltiples razones: los conflictos externos trasladados al suelo patrio, como los enfrentamientos de los Carreras y O’Higgings; el surgimiento de poderes provinciales que anteponían el interés local al de la unidad nacional, como en Santa Fe y parte del Litoral; o los movimientos de Artigas, cuyo rumbo muchas veces resultaba impredecible; y lo que era peor, la ausencia de conducción política emanada de la sucesión de Directores Supremos debida a enfrentamientos políticos y personales (Posadas, Alvear, Rondeau, Álvarez Thomas, Balcarce) y a los temores que había originado el Directorio encabezado por Alvear, que iba camino a tratar de instaurar una dictaduray ceder palmos del territorio nacional a cambio de la seguridad de permanecer en el poder.

En ese contexto, y con un Congreso dividido hasta el extremo de que Fray Justo S. M. de Oro amenazó con abandonarlo si se imponían las ideas monárquicas que sostenían muchos de los congresales -Belgrano incluido- primó la iniciativa de San Martín, que le preguntaba a Godoy Cruz en una carta de aquellos días: “¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia!….Los enemigos nos tratan de insurgentes….pues nos declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos ayudará en tal situación …ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas..”

Así llegó la aprobación del Acta de la Independencia, para poner en claro que el naciente país tenía una conducción política y un rumbo preciso: la Independencia y la República, los dos objetivos de la Logia Lautaro por los que debían jurar sus miembros al momento de la iniciación. Con la Declaración de la Independencia y la designación de Pueyrredón como Director Supremo, se pudo restablecer el orden lo suficiente como para permitir a San Martín levantar el Ejército de los Andes, estabilizar la situación militar en el norte y pacificar temporariamente los intentos de desmembramiento provinciales.

Como decíamos más arriba, la declaración no fue un mero acto político, fue la expresión de la decisión de luchar duramente para lograr la independencia, para llevarla al resto de Sudamérica y para intentar, sin éxito esta vez,consolidar un sistema de gobierno republicano y aceptado por todas las Provincias del Sur.

Reivindiquemos como masones el rol fundamental de nuestros Hermanos de la Logia Lautaro en este proceso y, cuando hoy, ante nuestro brindis “Por la Patria”, levantemos la copa, al gritar “Por ella”, pensemos en aquel ejemplo de grandeza moral ante la adversidad de los Congresales de Tucumán. Que el nuestro no sea un gesto vacío de contenido, sino una expresión de nuestro compromiso de trabajar sin descanso para afianzar la República y la Democracia, procurando reconstruir el tejido social hoy dañado por el injustificable cuadro de pobreza y de indigencia que sufren millones de hombres y mujeres, de adolescentes y niños, en nuestro país.

Gran Maestre